jueves, 29 de mayo de 2014

MIERCOLES SANTO





Gracias por todo, supuse que era lo mejor que podía decir, cuando asomado a mi ventana vi a lo lejos una luz que hacía insistencia en un barrio, donde una familia parecía impaciente a la llegada del momento.

Gracias por todo, supuse que era lo mejor que podía decir, cuando el cielo se tintó de azul y mis hermanos y yo volvimos a reunirnos, volvimos a estar preparados un año más con el corazón en la mano y los cinco sentidos en el costal.

No quiero hablar mas de lo mismo, pues mis letras me piden un cambio de mañana pregonada en una fachada donde el rostro del hijo de Dios luce a la luz y el canto de un barrio, que humilde arropa las plegarias que una madre desconsolada llora al ver a su hijo despreciado por el mas insolente nacido.

Pues el olor de una merienda familiar asoma a las calles, cuando una cruz sentencia a la puerta del mismo cielo y grita a los cuatro vientos que el Miércoles Santo ha llegado al Polvorín, que un hombre, tan solo eso,
un hombre pregonaría un sentimiento, que siendo un niño no consigo explicar.


















No quiero hablar más de lo mismo, ni dejar en mi mente a esas personas que cada año con un rosario en la mano y el alma impregnada en nuestra cofradía, nos acompañan a lo largo de unas calles donde la ausencia del pagano brilla ante la conciencia del buen cristiano.

Y es que me vuelve loco ese olor, que como todo los años persigna el aire por el que caminamos, por el que disfrutamos al lado de los que nos quieren y comparten este sentimiento de hermano.
Me vuelve loco ver, como Huelva en una noche de primavera junto a la luna acunan los rezos y llantos de mi familia, volcados en el Humilde rostro a un hombre que por creer en nosotros fue abandonado por aquellos que lo condenaron.
















































Y como ya dije unas líneas atrás, no me gustaría dejar a nadie en el tintero, por eso que no podría despedir estas palabras sin un sabor dulce, como de pétalos que caídos del cielo revisten el sentimiento y dolor que su rostro impregna en mi ser.

No podría hacerlo sin ellos, aquellos hermanos que de igual devoción caminan con la Madre de Dios, Humilde Victoria que cura las heridas pasadas y alivia el alma desgarrada por culpa de necios que cegados ignoraron el dolor al prójimo, Bendita madre, pues entrada la noche mi barrio te recibe engalanado para despedirte como solo tu mereces, entre cantos y rezos con el desconsuelo que produce el verte marchar hasta dentro de un año más.




                                 El Corriente De Quinta